EL PRIVILEGIO DE SER PADRES

 

EL PRIVILEGIO DE SER PADRES
Los hijos y su educación cristiana

“Es una cosa maravillosa ser padre y madre, tener el privilegio de tener herederos de su nombre y la dulce compañía de criaturas que alegran el hogar y que, muchas veces, nos hacen olvidar las penas que siempre se presentan. A la verdad, los hijos son un gran tesoro. Lamentablemente, hay muchos hombres y mujeres en el mundo que evidentemente no comprenden la responsabilidad que como padres tienen frente a sus hijos. Hay matrimonios que hasta aborrecen el hecho de tener un nuevo ser en su familia; los maltratan y les niegan las cosas más esenciales que por derecho legítimo corresponden a cada ser humano: amor, protección, alimentación y cuidado”.             

“He conocido personas que, desgraciadamente, no han tenido una infancia muy gloriosa, sino que tuvieron padres incapaces de brindarles un hogar cálido, negándoles las cosas necesarias para su normal desenvolvimiento. El resultado de esta tragedia es evidente. Casi siempre crecen con algún trauma mental de gran seriedad; odian al mundo que los rodea y lo culpan de su desgracia; les es difícil comprender a otras personas y sufren, frecuentemente, de tremendos complejos de inferioridad y de persecución. Aún más, muchos de los jóvenes de nuestros días que terminan su adolescencia detrás de las rejas de una prisión, han tenido la mala suerte de no poder elegirse mejores padres. Es incuestionable que el padre y la madre tienen la responsabilidad absoluta en la formación correcta de sus hijos y son ellos los que con sus actitudes sabias o necias formarán el niño de hoy, que será el hombre de mañana”.

“Un niño necesita mucho amor sincero de ambos padres, comprensión, dirección, enseñanza, cariño y el ejemplo diario del padre y de la madre. Pero no es esto todo. El hombre, como corona de la creación de Dios, tan complejo y con múltiples necesidades, tiene en su infancia necesidades tales como el juego sano, paseos, deportes, juguetes, y, como ser moral que es, dirección disciplinaria que le conseguiría firmeza en la vida y el debido respeto por las leyes y preceptos de Dios. Y aún más. Los padres que niegan estas cosas esenciales a sus hijos sin, desde luego, llegar al otro extremo de engreírlos, lo que más bien les dañaría, desarrollan seres insatisfechos, no debidamente desenvueltos física y mentalmente, y con muchos rencores en su mente, lo que tarde o temprano será una barrera cuando los niños mal formados lleguen a ser adolescentes y luego adultos”.

“Las riquezas y las comodidades solamente no son suficientes tampoco para formar un hombre. Con una buena educación escolar y universitaria no hemos hecho aún todo. Dándoles muchos "caprichos", pensando que "los muchachos se lo merecen y, en fin, que se diviertan", no hacemos ningún bien. Lo que más necesita el ser humano en su estado tierno es amor, dirección y protección. Y en esto fallan muchos padres. Creo que podemos evitar todos los problemas de la juventud. La mayor dificultad reside, como ya lo hemos indicado, en los padres. Si nosotros como padres de nuestros hijos nos dedicamos suficientemente a su desarrollo y los cuidamos debidamente, pronto veremos qué clase de hijos sanos y felices tendremos. Toda buena cosa requiere atención, dedicación de tiempo y entrega total”.

“Veamos lo que como padres de familia tenemos que hacer por ellos, a fin de garantizarles un porvenir prometedor. La base sólida de toda educación cristiana es la enseñanza de los preceptos de Cristo que encontramos en las páginas del nuevo testamento. Debemos inculcar a nuestros hijos el respeto por la Sagrada Escritura, porque es la palabra de Dios. "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino y al acostarte, y cuando te levantes" (Deuteronomio 6:6,7). Las palabras de Dios deben estar presentes en la mente del niño desde los primeros días de la infancia. Pero es menester dar ejemplo con nuestra propia vida. El padre o la madre que habla de las cosas divinas como si se tratara de los cuentos de los hermanos Grimm, jamás lograrán que sus hijos respeten las leyes de Dios y se hagan buenos cristianos. Es preciso que nosotros vayamos delante de los niños con un ejemplo legítimo”.

Asimismo, “los mandamientos de Dios dan al hombre inteligencia y sabiduría y son como una lámpara a sus pies para que tenga luz en medio de este mundo tenebroso. El niño bien instruido en este sentido, cuando llegue a ser una persona adulta, no va a naufragar en la vida”.

“La disciplina siempre es necesaria. No puede haber sociedad justa alguna sin disciplina. Pero los hijos se disciplinan exigiéndoseles el cumplimiento de lo que les enseñamos y no con provocaciones, iras y malos tratos. Muchas veces será preciso utilizar la vara para exigir respeto de parte de nuestros niños. Dice la Escritura que por usar el castigo no morirá tu hijo y que con palabras sólo no entiende, pero la vara ayudará al hijo a gravarse la lección bien en sus adentros”.

“Yo sé que la educación de niños no es ninguna tarea fácil, pero también sé que todos los problemas los podemos resolver si solamente tuviéramos la voluntad que tanta falta nos hace. Decencia, moral, cultura, disciplina, estudio, etc. todos gritamos a nuestros jóvenes mil veces por día. En el futuro será más factible y más conveniente el inculcárselo desde los días más tiernos, pero con amor y constancia, y así lo aprenderán poco a poco, casi sin darse cuenta. Que tampoco debemos exasperar a nuestros hijos, llevándolos a la desesperación o amargura”.

“Se ha dicho que no hay cosa más hermosa en este mundo que un hogar cristiano, basado en el amor de Dios, la comprensión y la ayuda mutua. Todos estos factores son aquellos que el hombre en el mundo no encuentra y se desespera por poseerlos. Tú, querido amigo, y yo, los tenemos a nuestra disposición. Dios espera que utilicemos nuestra sabiduría para el bien de nuestros hijos para que ellos sean hombres íntegros y felices”.

“El problema de divorcios es muy grave y no hay seres más infelices y expuestos a una vida malograda que aquéllos que provienen de matrimonios rotos o que viven al borde de la desesperación. Consideremos todo esto con mucha seriedad y pensemos ampliamente sobre el enorme trauma que formamos en la vida de los seres que deberían sernos más queridos: nuestros hijos, el fruto de nuestro amor. Hagamos un esfuerzo grande, extraordinario, para reparar los daños en nuestra casa matrimonial, para el bien de nuestros hijos, y para que ellos tengan un porvenir agradable”.

“En los últimos 50 años los divorcios en los Estados Unidos, sólo para tomar un ejemplo, han aumentado en un 300 por ciento. No obstante, y esto que se está dictando cursos especiales en cuanto a este tema en los Colegios, las Universidades y otros centros de instrucción y de enseñanza, el porcentaje no ha encontrado mejoría alguna. Se supone que ahora el 51 por ciento de los matrimonios terminarán en las cortes de divorcio. Pero el divorcio, la separación del matrimonio, tiene una influencia devastadora en la pareja, especialmente en los niños. Los hijos provenientes de tales hogares destruidos tienen solamente el 25 por ciento de oportunidad de éxito en la vida que aquellos niños de hogares normales. Hay, según cálculos cuidadosamente elaborados, seis veces más peligro para los niños de padres divorciados de terminar en una vida de delincuencia que el niño corriente promedio. Precisamente del grupo anterior proceden los que cometen crímenes y toda clase de males sociales. Debemos hacer un alto y pensar”.

Nuestros hijos necesitan nuestro cuidado, nuestro ejemplo, nuestro amor, nuestra vida misma.

“Es correcto decir a nuestros niños que hagan esto y que dejen de hacer aquel. Pero el ejemplo nuestro es el mejor maestro: Apreciando lo hermoso, lo bello y valioso en esta vida: la naturaleza, la música, la literatura, el arte y, sobre todo, una vida justa. Dejemos a nuestros hijos la habilidad de apreciar lo hermoso y de contemplar lo bello en esta vida y en toda la creación de Dios. Demasiadas personas viven en frustración, con mentes vacías, una vida sin sentido, mientras que todo en su derredor es bondad inspiradora de un mundo maravilloso en todo el ancho y largo. Pero no te olvides: un mundo mejor comienza contigo mismo”.

“De nuestra enseñanza y educación dada a los hijos depende el que ellos obedezcan a Dios y a nosotros y muestren fidelidad en sus vidas. Los hijos son el tesoro más, apreciado de los padres y de la nación. Sin hijos sanos no habría familias sanas, ni tampoco naciones sanas, y la raza humana se extinguiría. Pero para que la nación sea poderosa, fuerte, sabia y progresista, el hombre y la mujer, en su calidad de padres, deben inculcar a sus hijos el respeto por las leyes divinas y del país; inspirarles espíritu de trabajo, de superación y de exactitud, proveerlos de una rígida disciplina hogareña y cristiana (el estado en miniatura), en la cual el amor no fingido y verdadero es la base. También deben darles la mejor educación escolar para así alistarlos para la vida práctica y el futuro. Es responsabilidad de los' padres el hacer lo que hemos dicho, y velar por el bienestar material de sus niños”.

“El hogar es el fundamento de cada pueblo. Si el hogar individual es débil, la nación será débil. Si el niño de hoy no es adoctrinado de acuerdo con las enseñanzas divinas, con disciplina y respeto, el hombre de mañana será un elemento inútil para la familia, la sociedad y el Estado en el que vive, y para Dios. No olvidemos que el niño de hoy será el hombre de mañana, y lo que como padre y madre le daremos hoy, esto se reflejará en el niño mañana cuando ya sea una persona adulta y consciente”.

“Mucho ha sido escrito acerca del matrimonio, la educación de los hijos, y el valor del hogar. Sabemos a ciencia cierta que los hogares de nuestros días se están derrumbando más y más. Reconocemos el peligro y también discutimos acerca de la espantosa y peligrosa verdad de este hecho. Pero, querido papá o querida mamá, ¿qué hemos hecho para analizar nuestra propia vida que corre peligro? ¿Estamos seguros de que todo marcha bien y que no hay peligro de ninguna clase? Este pequeño estudio ha sido escrito con el fin de hacernos pensar y reflexionar sobre nuestro propio hogar, nuestra propia condición como padre y madre, y para meditar en el futuro de nuestros hijos. Es el deseo del autor que este escrito pueda resultar en una gran bendición para su hogar, que es lo más bello en este mundo, y que la luz roja de alarma pueda ser advertida a tiempo”.

Escrito por apologista el 07/08/2007